- Con riegos excesivos las raíces se asfixian y se pudren. El síntoma más típico de exceso de agua es que las hojas se vuelven amarillas y caen.
- El riego excesivo lava nitrógeno, potasio, micronutrientes, etc. y se pierden del alcance de las raíces.
- En caso de que esté pasando sed las hojas tienen un color apagado, sin brillo, se abarquilla, amarillean y caen o quedan lacias.
- Regar con aguas calizas, duras, con el tiempo alcaliniza el suelo o substrato y provoca carencia de nutrientes, por ejemplo de hierro. En plantas como: azalea, gardenia, etc. Lo notan rápidamente y amarillean las hojas.
- Si el agua es salina, descártala para el riego.
- No mojes las hojas por el riesgo de quemaduras por ‘efecto lupa’ con el sol; aparecen manchas por cal con aguas duras y son más proclives a la infección por hongos.
- No mojes las flores porque durarán menos.
- Algunas plantas debes regarlas por el ‘método del platito‘. Consiste simplemente en poner la maceta sobre un plato o cuenco con agua durante un rato y una vez que se ha absorbido por capilaridad, se retira.
- No descuides los riegos de lo recién plantado porque todavía las raíces son poco profundas.
- Las plantas que provienen de vivero están acostumbradas a bastante agua. Por tanto, los primeros 20 días hay que regarlas casi a diario e ir reduciendo el riego poco a poco hasta una dosis normal.